Al destello del ocaso,
fotos viejas desprendía
sobre un pálido dorado;
trago amargo de lejía.
Busqué en mi cama y almohada
estrujar cuerpos sin formas.
Tu dulce aroma a lavanda
mareándome a todas horas.
Busqué en el departamento
las maneras de salvarnos,
y en botellas de cerveza
el Corazón hecho pedazos.
Trabé al Edificio Chrysler
como ataúd a un amigo,
y a las memorias del ayer
tiro al pecho, aquí contigo.
Decidí dejar la barba
y al bigote un retoque:
terciopelo de soltero
para menguar los reproches.
¡Zas! Que me convierto abeja,
y me zumbé por San Ángel
con potiguaya en las rocas
y una digna acompañante.
Labrando penas, no se armó:
sus histéricos lamentos
sellaron la animadversión
al son de dos complementos.
Ni frutos rojos ni malta,
acidez o dulce escarcha
olvidaron tus memorias;
trombones de viejas glorias.
Entiendo que así termina,
de amor no sólo se basta.
Cimientos de fe y disciplina:
distantes en esta comanda.
Terminaste por partirme,
y tú al partir, yo muriendo…
Sublime sombra del crimen
y aquellos pecados riendo.